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Esta mañana me detuve en el Museo de Economía. Luego, con un café, pude por fin terminar el artículo en el que venía trabajando. Esa pausa me recordó que el resultado depende de lo que no se ve: estándares claros, métricas con responsables y ciclos PDCA breves. La economía regional entra a 2025 con vientos cruzados: incertidumbre externa, pero también oportunidades concretas para quienes gestionen bien su operación. En ese contexto, los pronósticos ubican a Paraguay entre los crecimientos más altos de Sudamérica; Fitch estima un PIB cercano al 4,8 % y el Banco Central reafirma fundamentos sólidos. Las cifras son auspiciosas, pero el verdadero desafío no se mide en puntos del PIB, sino en la capacidad de cada organización para transformar estabilidad en productividad. El país necesita producir más, pero sobre todo perder menos. Más allá del crecimiento visible En los últimos meses se anunciaron proyectos emblemáticos: la inversión de JBS por 70 millones de dólares para modernizar su planta, la ampliación de la Ruta PY-02 por Sacyr y el aumento de la infraestructura logística vinculada al comercio exterior. Son avances concretos y necesarios. Pero detrás de toda gran inversión hay una segunda capa de productividad, menos visible y más difícil de construir: la eficiencia operativa interna. La que no aparece en los titulares, pero define el éxito o el fracaso de cualquier expansión. Un camino asfaltado no mejora los tiempos de entrega si la empresa que lo usa no tiene procesos estandarizados. Un crédito barato no mejora la rentabilidad si la organización sigue sin medir correctamente sus costos. La infraestructura y el financiamiento son condiciones necesarias, pero no suficientes: el crecimiento sostenido requiere disciplina en la gestión cotidiana. El nuevo rostro de la productividad Durante años, la productividad fue sinónimo de maquinaria, inversión y volumen. Hoy, su rostro es más silencioso: equipos que cumplen procedimientos, reportes semanales confiables, decisiones tomadas con base en datos y ciclos de mejora cortos. La eficiencia invisible ocurre en los flujos, en los tiempos intermedios, en la coordinación entre áreas. No genera comunicados de prensa, pero sostiene la rentabilidad y el empleo. Una empresa que gana dos horas por turno, reduce un error en cada diez operaciones o entrega un informe semanal exacto sin correcciones está generando más productividad que otra que duplica su planta sin estandarizar. Esa diferencia, multiplicada por cientos de empresas, constituye el verdadero motor del crecimiento nacional. Productividad país vs. productividad empresa Los indicadores macroeconómicos son alentadores, pero no garantizan resultados para todos. Paraguay ofrece estabilidad, energía competitiva y un entorno favorable; lo que marcará la diferencia es cómo cada empresa gestiona su propio potencial interno. El Estado puede atraer inversiones y mejorar la infraestructura, pero la productividad real se decide dentro de las organizaciones: en sus procesos, en la calidad de sus datos y en su cultura operativa. La gestión eficiente —con estándares visibles, métricas con responsables y reuniones de control breves pero constantes— es la frontera entre crecimiento y estancamiento. La economía puede expandirse, pero si las empresas no lo hacen con método, esa expansión se diluye. Disciplina operativa: la ventaja oculta El futuro de la competitividad paraguaya depende de una pregunta sencilla: ¿cuánto valor se pierde por desorden interno? Cada hora improductiva, cada retraso por falta de información o cada decisión basada en intuición tiene un costo invisible que se acumula. Las organizaciones más exitosas son aquellas que lo reconocen y lo corrigen antes de que la tecnología lo amplifique. La disciplina no es rigidez; es método. Significa tener procedimientos claros, indicadores accionables y ciclos PDCA que mantengan el foco. Cuando esa base está instalada, cualquier inversión tecnológica rinde. Cuando no, solo documenta el caos. Mirar el detalle para sostener lo grande El crecimiento proyectado abre una oportunidad excepcional. Pero el futuro no se definirá por cuántas plantas se inauguren ni cuántos kilómetros se pavimenten, sino por la capacidad de cada empresa de trabajar con precisión. Los países que prosperan no son los que más invierten, sino los que menos desperdician. La verdadera competitividad no está en las cifras macroeconómicas visibles, sino en la eficiencia invisible de quienes planifican, ejecutan y mejoran cada semana. Ahí se juega el salto cualitativo del Paraguay que produce, exporta y lidera con disciplina. Mario Contreras
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